Se analiza el sistema conceptual y metodológico que se utiliza para abordar los aspectos psicológicos que intervienen en el proceso salud enfermedad, desde la promoción de estilos de vida saludables, la adopción de conductas preventivas, la optimización del diagnóstico y el tratamiento, la rehabilitación del enfermo, hasta los aspectos relacionados con el cuidado del paciente terminal. La Psicología de la Salud juega un importante papel desde la prevención primaria de la salud hasta ayudar a morir bien.
En el plano práctico se expresa en un modelo que incluye acciones útiles para la promoción de salud, la prevención de enfermedades, la atención de los enfermos y las personas con secuelas, y la adecuación de los servicios de salud a las necesidades de la población.
Le interesa todo lo relacionado con variables psicológicas en el proceso salud enfermedad, y se ocupa no solo de la atención o curación de los enfermos; contiene la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades; se relaciona con todos los problemas de salud, no solo con la salud mental; tiene como ámbitos de actuación todos los niveles de atención y su enfoque no está centrado sólo en el individuo, incluye el trabajo con la familia y la comunidad.
Le interesa todo lo relacionado con variables psicológicas en el proceso salud enfermedad, y se ocupa no solo de la atención o curación de los enfermos; contiene la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades; se relaciona con todos los problemas de salud, no solo con la salud mental; tiene como ámbitos de actuación todos los niveles de atención y su enfoque no está centrado sólo en el individuo, incluye el trabajo con la familia y la comunidad.
Este esquema propone un período
de prepatogénesis, en términos de prevención primaria es aquello que ocurre
antes de que se den los primeros síntomas de deterioro de la salud, donde
existe un anfitrión humano y factores medio ambientales que facilitan o
potencian el efecto de estímulos patógenos cotidianos desde antes de
enfermarnos.
Existe un momento, en el cual se
da un umbral o punto de corte donde termina el período de prepatogénesis y se
inicia uno de patogénesis, aquí se comienza a hablar del desarrollo de la
enfermedad, con evolución de síntomas.
El panorama clínico muestra una
patogénesis temprana, la cual los médicos insisten en descubrir lo antes
posible. El padecimiento puede evolucionar hasta un extremo, a partir de la
interacción entre el paciente y los estímulos patógenos.
Después se tiene ya una
enfermedad temprana perceptible, que en dependencia de la intervención se
convierte en enfermedad avanzada, que puede a su vez desencadenar en estado
crónico, incapacidad o llevar a la muerte, o lo contrario, si hay intervención
adecuada se puede lograr la recuperación en cualquiera de sus estadios.
A partir de esto, se propone un
modelo hipotético de progreso de cualquier enfermedad y sus derivaciones hacia
determinados temas o aspectos que aborda la Psicología de la Salud (Conferencia
impartida por el profesor J. Grau Abalo, en la maestría de Psicología de la
Salud. Facultad de Salud Pública, octubre de 1996). Este puede sintetizarse
así:
1. Salud
- Conducta saludable.
- Modelos salutogénicos.
- Modelos de creencias de salud.
- Factores de riesgo. Estrés.
Variables personales.
2. Enfermedad asintomática
susceptible de ser detectada.
Problemas psicológicos de los
programas de screening.
3. Enfermedad sintomática aún no
diagnosticada.
Búsqueda de ayuda médica.
Atribuciones, estigmas.
4. Enfermedad manifiesta en el
momento del diagnóstico.
Comunicación del diagnóstico.
Dolencia. Enfermedad. Rol de enfermo.
5. Desarrollo de la enfermedad.
Influencia del tratamiento.
Adherencia terapéutica. Recuperación. Estado crónico. Adaptación y ajuste a la
enfermedad.
6. Calidad de vida del enfermo
crónico.
Enfermedad después del
tratamiento. Discapacidad. Rehabilitación. Muerte. Afrontamiento a la muerte.
En concordancia con esto, se
trabaja por estimular las principales conductas relacionadas con los estilos de
vida que constituyen comportamientos protectores, tales como la práctica
regular de ejercicios físicos, las prácticas nutricionales adecuadas, la
reducción de consumo de sustancias tóxicas, las prácticas de seguridad y
protección, prácticas adecuadas de higiene, participación en programas
promocionales y preventivos, aprendizaje de recursos personales para minimizar
la acción del estrés, uso de servicios sanitarios de la comunidad, entre otros.
En un primer momento partimos de
un hombre sano, supuestamente saludable y se estudia la forma de favorecer la
conservación de su salud. Puede deducirse que a la Psicología le corresponde un
papel decisivo en el esclarecimiento de los problemas que están más
relacionados con los estilos de vida y en la búsqueda de medios eficaces para
la promoción de salud y la adopción de conductas preventivas.
Los estudios del estrés como
respuesta psicobiológica del organismo han permitido desarrollar una
prometedora rama de la medicina integrada: la psiconeuroinmunología. Los datos
empíricos han conducido a su rápido desarrollo en los países occidentales, y
definen esta como el estudio de la interacción entre el sistema nervioso
central como mediador de procesos tanto psicológicos como biológicos con el
sistema inmunitario, responsable no sólo de la resistencia a la enfermedad,
sino también de otras funciones biorreguladoras.
La Psiconeuroinmunología ha
demostrado la posibilidad de que el sistema inmune esté mediado por factores
psicológicos. Ella ofrece estudiar y explicar la creencia común de que la
personalidad y las emociones ejercen alguna influencia sobre la salud y posee
además el potencial para desarrollar intervenciones psicológicas que puedan
mejorar la inmunidad, consiguiendo finalmente modificar la predisposición al
inicio y el progreso de las enfermedades tanto infecciosas como de tipo
crónicas y degenerativas.
Las investigaciones realizadas
hasta la fecha permiten afirmar que variables psicológicas son capaces de
influir en el sistema inmunitario fortaleciéndolo o debilitándolo y afectando a
través de esta vía la salud. Existen numerosas evidencias que demuestran como
las situaciones estresantes influyen en el sistema nervioso y pueden llevar a
una supresión de la función inmune.
Un ejemplo clave es el poderoso
impacto de las hormonas que se liberan con el estrés. Mientras estas hormonas
aumentan en todo el organismo, la función de las células inmunológicas se ve
obstaculizada, así el estrés anula la resistencia inmunológica, al menos de una
forma pasajera, pero si el estrés es constante e intenso esta anulación puede
volverse duradera.
Se descubrió que las personas que
experimentan ansiedad crónica, periodos largos de tristeza y pesimismo, o tensión
continua, tienen el doble de riesgo de contraer una enfermedad. Incluidas el
asma, artritis, dolores de cabeza, úlceras pépticas y problemas cardíacos.
Esta magnitud hace pensar que las
emociones perturbadoras son un factor de riesgo tan dañino como el hábito de
fumar o el colesterol elevado.
La ira parece ser la emoción que
más daño causa al corazón, pues cada episodio de ira le añade una tensión
adicional, y aumenta el ritmo cardíaco y la presión sanguínea. Una vez que se
desarrolla la enfermedad cardíaca, la ira es especialmente letal para aquellos
que ya la padecen. Estudios de seguimiento durante varios años, realizados con
personas que han sufrido un primer ataque cardíaco, demostró que los que se
enfurecen fácilmente tenían 3 veces más probabilidades de morir por paro
cardíaco, que aquellos pacientes que eran más serenos.
La ansiedad es tal vez la emoción
con mayor peso como prueba científica, cuando la relacionamos con el inicio de
la enfermedad y el desarrollo de la recuperación. Cuando la ansiedad ayuda a la
preparación para enfrentarnos a alguna situación importante, esta es positiva;
pero en la vida moderna es frecuente que la ansiedad sea desproporcionada y se
relacione con niveles elevados de estrés.
Pruebas evidentes del impacto
sobre la salud de la ansiedad han surgido de estudios en enfermedades
infecciosas, como resfríos, gripes y herpes, donde la resistencia inmunológica
de la persona se debilita, permite la entrada del virus y el inicio de la
enfermedad.
Gracias a estos resultados
podemos inferir la gran importancia que tienen los sentimientos y las emociones
positivas en el progreso del paciente con enfermedad, lo cual le proporciona
una percepción optimista y esperanzadora de su existencia. Esto es importante
puesto que a esas emociones y el apoyo que nosotros le vamos a brindar a ese
paciente, se van a unir el valor de la relación personal que tengamos con él, y
esto es de gran importancia puesto que el paciente la puede usar como una
fuente de compartir los sentimientos mutuos y además lo más importante,
encontrar apoyo emocional y material.
Estas son bocetos o conjeturas de
la intervención psicológica en individuos supuestamente sanos, con vistas a
reducir los efectos nocivos del estrés y contribuir al mantenimiento de la
salud, así como a la prevención y la recuperación de las enfermedades.
Una vez que se diagnostica la
enfermedad se produce una diferencia subjetiva entre esta y la forma que la
percibe el que la padece y el significado que le confiere. El significado
personal de la enfermedad influye en la respuesta emocional y las conductas de
afrontamiento a ella. Así, esta puede percibirse como un fenómeno altamente
estresante, como un reto, una amenaza, una pérdida, un castigo o un beneficio o
alivio a responsabilidades, situaciones personales, etc. En función de esto el
paciente adopta su rol de enfermo. La aceptación del hecho de estar enfermo,
las consecuencias del rol y los deberes de este, son aspectos psicológicos muy
importantes para la adaptación y ajuste a la enfermedad, así como para la
adherencia al tratamiento.
En el momento del diagnóstico se
presentan los problemas de su comunicación, en el marco de la relación
médico-paciente. Se han investigado aspectos que se deben tener en cuenta, como
las características y biografía del paciente, sus necesidades (cuánto y qué
quiere saber acerca de su enfermedad), si cuenta o no con apoyo social, si
prefiere estar solo o acompañado y se han formulado recomendaciones prácticas,
éticas y legales que le imprimen un carácter eminentemente humano a este acto,
sobre todo cuando se tiene que manejar la comunicación de un diagnóstico con
pronóstico desfavorable.
Se han descrito afrontamientos o
estadios psicológicos por los que pasan los enfermos antes de morir (negación,
aislamiento, sentimientos de ira, hostilidad, resentimiento, negociación,
regateo, depresión y pena y, por último, aceptación). Se debe permitir la
expresión de estos sentimientos y facilitarlos, darles información siempre que
la soliciten, dar apoyo afectivo, ayudar a pensar mejor sobre lo que les
preocupa, mostrar paciencia y comprensión.
La Psicología de la Salud debe
incluir la intervención psicológica en todos los momentos de evolución de la
enfermedad. Los psicólogos se internan cada vez más en intervenciones
psicosociales que pretenden la sustitución de comportamientos de riesgo por
conductas de protección, en acciones dirigidas a mejorar el cumplimiento de las
prescripciones médicas, a la optimización del descanso y el manejo del estrés
vital, al incremento del apoyo social, familiar y comunitario, a la atención de
la invalidez y en la rehabilitación, en fin, en toda una serie de campos. Finalmente
se trabaja también, por elevar cada vez más la eficacia de la intervención
psicológica.
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