El siglo XVIII:
Mente, materia y monismo
Algunos puntos
de vista, incluido el de Spinoza, hacen alguna distinción entre la mente y el
cuerpo. En cuanto se establece esta distinción a cualquier nivel, se origina de
inmediato el problema de la relación entre la mente y el cuerpo. Para evitar
por completo este problema, es necesario negar cualquier distinción entre la
mente y el cuerpo. En el curso de la historia intelectual las negaciones de este
tipo han tomado diferentes formas.
Inmaterialismo:
El
inmaterialismo, cuyo más importante representante es George Berkeley (1685-1753) en su ‘A Treatise concerning the Principles of Human Knowledge’ (1710), niega
incluso la posibilidad de la sustancia material sin mente. Para Berkeley, para
que algo exista debe ser percibido o ser la actividad de la mente durante la
percepción. Desde esta perspectiva, no hay distinción mente/cuerpo porque lo
que pensamos como cuerpo es simplemente la percepción de la mente. Aunque
Berkeley tuvo pocos partidarios entre sus contemporáneos, el inmaterialismo
resurgió a finales del siglo XIX con el aspecto de la teoría de la materia
mental.
Materialismo:
El materialismo,
que data de la antigüedad, mantiene que la materia es lo fundamental. Cualquier
cosa que pueda existir, su existencia depende de la materia. En su versión más
extremada, el materialismo niega completamente la existencia de fenómenos
mentales, un punto de vista que parece tener sus raíces en la concepción cartesiana
de los animales como autómatas puramente físicos. De una forma menos extremada,
el materialismo considera los fenómenos mentales como causalmente dependientes
de los fenómenos corporales, pero no niega su existencia. Este fue el punto de
vista presentado un siglo después de Descartes por Julien Offray de la Mettrie
(1709-1751).
La Mettrie nació
en Bretaña, en la ciudad de Saint-Malo. Después de estudiar medicina en París y
en Rheims, trabajó a las órdenes de Hermann Boerhaave en Leiden. En 1745, publicó
su primera obra, ‘Histoire naturelle de l'ame’. El clamor público contra su
materialismo, exacerbado por la publicación de una imprudente sátira médica, llevó
a La Mettrie a autoexiliarse en Holanda. Allí, en 1748, publicó ‘L'homme
machine’, una prolongación del concepto de autómata de Descartes de los
animales al hombre. Con L'homme machine, La Mettrie logró poner a prueba
incluso la paciencia del liberal clero holandés. El libro fue públicamente
quemado y La Mettrie se vio obligado a buscar la protección de Federico el
Grande en Berlín. Allí, hasta su muerte en 1751, continuó publicando sobre
diversos temas, normalmente de una manera calculada para enfurecer a sus
enemigos.
Por varios motivos, L'homme machine fue una obra demoledora. Aunque argumentaba a partir de la idea de la uniforme dependencia material de los estados del alma en los estados del cuerpo, mantenía un inconfundible tono antimetafísico. Como Vartanian (1967) señala, en La Mettrie "la visión naturalista del hombre... es presentada principalmente como una hipótesis general heurística necesaria para el estudio positivo de la conducta, sin la necesidad de ser sentida... para hacer los procesos mentales reductivamente idénticos a sus causas psicológicas" (pág. 380). Además, L'homme machine introduce la noción crítica de que la conciencia y los procesos voluntarios son solo distinguidos a partir de actividades involuntarias e instintivas por medio de la relativa complejidad de su substrato mecánico. Al desarrollar este punto, La Mettrie fue más allá del mecanicismo estático de Descartes para concebir la máquina viva como un sistema con propósitos, autónomo y dinámico.
A pesar de ser vilipendiado en su propio tiempo, la influencia -frecuentemente no reconocida- de La Mettrie se mantuvo viva durante varios años en los círculos intelectuales franceses.
Pierre Jean
Georges Cabanis (1757-1808) es uno de los que están más en deuda con las ideas
de La Mettrie. Efectivamente, Cabanis, el más ardiente materialista de la
Ilustración francesa, llevó el naturalismo de La Mettrie a su extremo lógico en
sus ’Rapports du physique et du moral de l'homme’ (1802), donde argumentó que
"para tener una acertada idea de las operaciones de las que resulta el pensamiento,
es necesario considerar al cerebro como un órgano especial diseñado
especialmente para producirlo, como el estómago y los intestinos están
diseñados para realizar la digestión, (y) el higado para filtrar la
bilis...".
¿Qué es la mente?
Existe una gran
dificultad a la hora de definir lo que es la mente en sí, en su intento por
definirla, Russell la considera cómo: “Un grupo de sucesos mentales y no una
unidad simple y singular como se consideraba anteriormente que era el ego”
(Russell, 1975: 601). Al querer establecer que es lo mental y una relación con
la materia, encontramos que no existe una real diferencia en sí, sino más bien
de grado.
Una ostra, por
ejemplo, es menos mental que un hombre, sin embargo, no carece completamente de
pensamiento. En este sentido, la mente podría caracterizarse como: “El conjunto
de todos los procesos mentales que forman parte de nuestra historia, de cierto
cuerpo vivo o, tal vez sería mejor decir de un cerebro viviente” (Russell,
1975: 609).
Al analizar este
tipo de definiciones, encontramos que lo mental no es susceptible de ningún significado
exacto.
La percepción como proceso mental:
En el acto de la
percepción, lo que conocemos más indudablemente no son los movimientos de la materia
sino “ciertos sucesos que tienen lugar en nosotros mismos”; en otras palabras,
cualquier cosa que podamos observar en el mundo físico, se produce en el
interior de nuestro cerebro y está constituida por sucesos “mentales”, pero al
mismo tiempo consta de sucesos que forman parte del mundo físico. La conclusión
que se extrae es que la distinción: “Entre espíritu y materia es ilusoria. Los
materiales de que están constituidos el mundo pueden llamarse físicos o
mentales, o ambas cosas a la vez, o ninguna de ellas” (Russell, 1975: 300).
Al querer
preguntar qué es lo que sucede exactamente en el cerebro en el acto del
conocimiento, Russell responde que muy poco o casi nada, o más exactamente:
“Sabemos lo que sucede en el cerebro con la misma exactitud que el ingenuo
realismo cree conocer lo que sucede en el mundo exterior” (Russell, 1975: 325)
Monismo neutral:
Cuando nos
referimos a la teoría del monismo, algunos autores como Priest, establecen que
esta teoría tiene algo en común la filosofía de Spinoza, en la medida en que se
plantea que la mente y la materia son dos aspectos de cierta realidad subyacente
más fundamental.
Para Russell, el
monismo neutral es un punto de vista en el que tanto la materia como la mente
son formas compuestas de materiales más primitivos, que no son ni mentales, ni
materiales. La teoría de Russell es monista: “En el sentido de que considera al
mundo compuesto por una serie de materiales, que son los sucesos; pero es
pluralismo en el sentido de que admite la existencia de una gran multiplicidad
de sucesos, en que cada suceso mínimo es lógicamente una entidad que subsiste por
sí misma” (Russell, 1883: 596).
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